La historia de la arquitectura va unida a la de la salud ambiental y de las personas. Ya desde la antigüedad  y en todas las culturas del mundo, antes de empezar una nueva edificación se llevaban a cabo diversos rituales para encontrar el “buen sitio”. La ubicación de las viviendas, así como su configuración interna nunca respondían al azar. En algunas culturas como la china estaba más arraigado, mientras que en otros lugares los métodos no eran tan sofisticados, pero en todas partes se sabía que determinadas disposiciones podían hacer enfermar a las personas.

Si bien hay una larga tradición constructiva que prioriza el espacio y la salud, poco a poco, juntamente con los cambios históricos y sociales, estos conocimientos y tradiciones fueron cayendo en desuso. En occidente la entrada a la revolución industrial y el desarrollo científico y tecnológico impulsaron esta tendencia, que se ha ido extendiendo por todo el planeta. Posteriormente, después de la segunda guerra mundial fue cuando el movimiento moderno explotó con fuerza a causa de la necesidad de reconstrucción de ciudades de manera rápida y económica. Las viejas creencias se dejaron de lado definitivamente, abanderados por un fuerte racionalismo científico. Se había encontrado el sistema que respondía perfectamente al nuevo estilo de vida de la gran masa de personas de clase media. Los bloques de pisos idénticos se reproducían por todas partes, al mismo tiempo que las nuevas comodidades deslumbraban (y con razón) a las personas: electrodomésticos, agua corriente, mobiliario…

Es cierto que se ha conseguido generalizar un nivel de confort muy alto, la esperanza de vida ha aumentado considerablemente gracias al progreso de la medicina, la alimentación, pero también gracias a la salubridad y comodidad de nuestras casas, entre otros factores. Pero llegados a este punto, nos estamos dando cuenta que a pesar de todo este gran “progreso”, no hemos tenido en cuenta todos los factores, y ello hace que la salud y la calidad de vida de las personas se vea mermada, a menudo de forma considerable.

Hemos olvidado que la finalidad principal de los edificios es la de proteger a las personas y actuar como una tercera piel. Hemos olvidado que como seres vivos que somos, nuestros organismos están sincronizados en relación al entorno donde hemos vivido durante miles de años. Hemos olvidado que formamos parte de este gran sistema que es la Tierra.

Se han sobrepasado unos límites que deberíamos recuperar. Vivimos en un entorno cada vez más tecnificado, aislado y cerrado al exterior. La mayoría de personas en las ciudades pasan aproximadamente el 90% del tiempo en espacios interiores concebidos principalmente para servir a un objetivo práctico.  Pero resulta que cuando se analizan estos espacios interiores, pueden estar hasta 5 veces más contaminados que el aire exterior.

El aumento de personas que enferman a causa de factores ambientales presentes en los edificios donde viven o trabajan es ya una evidencia. Una ventilación deficiente, la descompensación de temperaturas, una toma de tierra inexistente o insuficiente, condiciones de humedad ambiental inadecuadas, el abuso de materiales sintéticos, la acumulación excesiva de cargas eléctricas y electromagnéticas, las partículas en suspensión o los gases y vapores de origen químico, son algunos de los factores que dan lugar al “síndrome del edificio enfermo”, ya descrito por la OMS desde los años 80.

A todo esto hay que añadirle la carga que puede suponer la permanencia en zonas alteradas por radiaciones naturales terrestres. Por eso  es imprescindible para mantener la salud evitar permanecer largos períodos de tiempo de forma sedentaria en lugares alterados, sobretodo el descanso nocturno, ya que durante el sueño nuestro cuerpo es mucho más vulnerable a cualquier tipo de radiación.

Es el objeto principal de este estudio la detección de zonas alteradas por radiaciones naturales y artificiales de baja frecuencia, para poder encontrar así posibles soluciones mejorando la calidad de vida de los usuarios del inmueble analizado.

Montserrat Fusano i Bonhome
Arquitecta, Máster IEB y experta en geobiologia y geometria natural.

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